BIENVENIDO

YO SOY RESPONSABLE DE ESTE MUNDO.
A MEDIDA QUE YO CAMBIE, VERÉ AL MUNDO CAMBIAR.

POR ENCIMA DEL CAMPO DE BATALLA

Cuando me percibo en un cuerpo, ahora puedo reconocer que no es algo fortuito; sé que esa ha sido mi decisión. Sé que es el resultado de temer a Dios y mi intento de protegerme de lo que ahora percibo como una amenaza, pues sólo en Dios la seguridad y la paz están aseguradas. Esta idea, irremediablemente se extiende a todo lo que percibo, mostrándome así, un mundo del cual debo protegerme.

El conflicto es su resultado. No hay momento en este mundo en el que no esté en conflicto. Sólo a través de usar los anestésicos que este mismo mundo me ofrece puedo dejar de sentirlo. Pero no sentirlo para mí ya no significa que el conflicto no esté ahí.

He decidido dar valor a mis propias defensas y te he puesto a ti en mi misma condición. Yo protegido en mi cuerpo con mi forma de percibir y tú en el tuyo. El conflicto está servido. Dos cuerpos, dos opiniones y un único propósito que no se percibe: el miedo al AMOR ¿Qué puedo hacer ahora?

Olvídate de la batalla. Acéptala como un hecho y luego olvídate de ella.

¿Estoy realmente dispuesto a soltar todas mis interpretaciones, todo lo que yo creo ser, todo lo que yo creo que tú eres ahí a fuera?

No sigas estando en conflicto, pues sin ataque no puede haber muerte. Tenerle miedo a Dios es tenerle miedo a la vida, no a la guerra. Sin embargo, Dios sigue siendo el único refugio. En Él no hay ataques, ni el Cielo se ve acechado por ninguna clase de ilusión. El Cielo es completamente real. En él las diferencias no tienen cabida, y lo que es lo mismo no puede estar en conflicto. No se te pide que luches contra tu deseo de asesinar. Pero si se te pide que te des cuenta de que las formas que dicho deseo adopta encubren la intención del mismo. Y es eso lo que te asusta, no la forma que adopta. Lo que no es amor es asesinato.

¿Puedo seguir transigiendo en mi mente después de escuchar Sus palabras? ¿Quiero seguir usando formas "amorosas" que encubren mi deseo de no amarte? ¿Quiero hacer pactos en el conflicto para que no me aplaste? ¿Quiero realmente salir por fin completamente de este mundo de separación?


Mas ¿qué puede ser igual a la verdad y sin embargo diferente? El asesinato y el amor son incompatibles. Si ambos fuesen ciertos, tendrían entonces que ser lo mismo e indistinguibles el uno del otro. Y así deben serlo para aquellos que ven al Hijo de Dios como un cuerpo. Pues no es el cuerpo lo que es como el Creador del Hijo. y lo que carece de vida no puede ser el Hijo de la Vida. ¿Puede acaso el cuerpo extenderse hasta abarcar todo el universo? (Cap23.IV.2.1.)

Dios no comparte Su función con un cuerpo. (Cap 23 IV.3.1.)
Esto es lo único que tienes que hacer: reconocer que cualquier forma de asesinato no es tu voluntad. Tu propósito ahora es pasar por alto el campo de batalla. (Cap23.IV.4.6.)

Elévate, y desde un lugar más alto, contémplalo. Desde ahí tu perspectiva será muy diferente. Aquí, en medio de él, ciertamente parece real. Aquí has elegido ser parte de él. Aquí tu elección es asesinar. Mas desde lo alto eliges los milagros en vez del asesinato. y la perspectiva que procede de esta elección te muestra que la batalla no es real y que es fácil escaparse de ella. Los cuerpos pueden batallar, pero el choque entre formas no significa nada. Y éste cesa cuando te das cuenta de que nunca tuvo comienzo. ¿Cómo ibas a poder percibir una batalla como inexistente si participas en ella? (Cap 23 IV.5.1)

No contemples a nadie desde dentro del campo de batalla, pues lo estarías viendo desde un lugar que no existe. No tienes un punto de referencia desde el que observar y desde el que lo que ves pueda tener significado. Pues sólo los cuerpos pueden atacar y asesinar, y si éste es tu propósito, eso quiere decir que eres un cuerpo. Sólo los propósitos unifican, y aquellos que comparten un mismo propósito son de un mismo pensar. El cuerpo de por sino tiene propósito alguno, y no puede sino ser algo solitario. Desde abajo, no puede ser transcendido. (Cap 23 IV.7.1.)

Piensa en lo que se les concede a los que comparten el propósito de su Padre sabiendo que es también el suyo: no tienen necesidad de nada; cualquier clase de pesar es inconcebible; de lo único que son conscientes es de la luz que aman y sólo el amor brilla sobre ellos para siempre. El amor es su pasado, su presente y su futuro: siempre el mismo, eternamente pleno y completamente compartido. Saben que es imposible que su felicidad pueda jamás sufrir cambio alguno. Tal vez pienses que en el campo de batalla todavía hay algo que puedes ganar. Sin embargo, ¿podría ser eso algo que te ofreciese una
calma perfecta y una sensación de amor tan profunda y serena que ninguna sombra de duda pudiera jamás hacerte perder la certeza? ¿Y podría ser algo que durase eternamente? (Cap 23 IV.8.1.)
Los que son conscientes de la fortaleza de Dios jamás podrían pensar en batallas. ¿Qué sacarían con ello sino la pérdida de su perfección? Pues todo aquello por lo que se lucha en el campo de batalla tiene que ver con el cuerpo: con algo que éste parece ofrecer o poseer. (Cap 23 IV.9.1.)

A esta situación sin esperanzas Dios envía a Sus maestros, quienes traen consigo la luz de la esperanza directamente desde Él. Hay una manera de escapar que se puede aprender y enseñar, pero requiere paciencia y una gran dosis de buena voluntad. Una vez que esto se ha alcanzado, la obvia simplicidad de la lección resalta como una luz blanca y brillante contrapuesta a un horizonte negro, pues eso es lo que es. (M.17.8.1)

Este curso es fácil precisamente porque no transige en absoluto. (Cap 23 III. 4.1)


Una vez visto y reconocido esto, no tengo opción. Ya me ha descubierto. Él ha señalado la viga de mi ojo como causa de la espina del ojo que veo en ti. Ahora es el momento. No más transigencias. Quiero ser completamente feliz. Quiero verte tal como Dios te pone enfrente de mí. Quiero ser elevado y sustentado al lugar que Él quiere que yo esté. Somos una sola mente. No somos un cuerpo! Somos libreeeeeeeeessssssssss!!!!!!!!! Gracias!